"Aviones" por Fernando Maldonado

© Fernando Maldonado: "Los ensoñadores"

El último doblez había que hacerlo con mucha precisión. Esto significaba manipular el papel con paciencia y cuidado. Ubicado el fuselaje, se aplicaba un suave movimiento con el dedo índice y el pulgar para curvar un poco las alas. Después venía el primer vuelo. El vuelo de prueba.
Mi padre sabía hacer muy bien todos los pasos. Sus aviones siempre planeaban con suavidad describiendo un arco amplio antes de hacer un descenso en vuelo rasante y posarse en el suelo.
Yo aprendí con él la técnica y comencé a introducir variables en la estructura. Quería que mis aviones volaran más lejos y necesitaba que se sustentaran como si el aire los encapsulara indefinidamente.
Aprendí a lanzar dos o tres aviones uno dentro de otro, de modo que en el aire se separaban formando una escuadrilla acrobática.
También solía rellenar el fuselaje con trocitos de papel que se desprendían en pleno vuelo, simulando docenas de paracaídas en descenso.
A lo largo de los años fui consciente de la fragilidad de esa sutil estructura que cruzaba con elegancia el aire. Sabía cómo se deshacían empapados por la lluvia y cómo quedaban allí, inertes, luego de ser aplastados por el pie de un transeúnte, por  algún vehículo o por las patas y colmillos de alguna mascota juguetona.
Un día decidí que los aviones de papel serían más duraderos. Un día comenzaron a  aparecer en mis pinturas.
Ahora planean en vuelo perenne.